Alicia Estrada nos recomienda vinos en base a situaciones emocionales de nuestra vida.
Por Maite Antón
Alicia Estrada es una de esas personas con las que charlarías horas y horas con una copa de vino en la mano. Mejor dicho, con varias copas de vino. Para ella el vino no es una simple bebida, sino un aliado. En la quinta edición de su libro ‘100 vinos por menos de 10 euros’, nos ofrece una interesantísima clasificación en la que nos recomienda vinos en base a situaciones emocionales de nuestra vida. Una manera de ver el mundo vínicola que también le ha llevado a organizar cataterapias… ¿Sientes curiosidad?
«RECUERDO PEQUEÑOS VINOS QUE ME HAN SACUDIDO EL ALMA»
¿Qué significa el vino para Alicia Estrada?
El vino ofrece un cosmos muy amplio. Los buenos vinos son paisajes embotellados; son historia, tradición, territorio; a veces bebemos el sueño de personas apasionadas de su viña y su vino. Salvo que nos entusiasmen las catas técnicas, el vino se presenta como un aliado, un cómplice emocional en múltiples situaciones de la vida.
¿A qué te refieres?
Sería como tener un barómetro enológico. Hay vinos de apoyo moral al cocinero mientras la familia se divierte en el jardín; hay vinos de meditación o de chimenea; los hay de motivación, esos que bebemos para celebrar el esfuerzo antes que el éxito; hay vinos de fondo de bodega; los hay que nos ayudan en la búsqueda de la inspiración, etc. Según el momento y la situación, debiéramos buscar un vino.
A la hora de elegir un vino, ¿hay que prestar más atención a nuestro estado de ánimo que a lo que vamos a comer?
Diría que es importante conocer la situación ‘emocional’ para la que buscamos un vino, lo que predispondrá nuestro estado de ánimo. Un ‘sexy wine’ puede ser un vino para una cena romántica, pero no será el mismo vino si buscamos la complicidad de nuestra pareja que si pretendemos rematar sin paliativas una cita.
«LOS BUENOS VINOS SON PAISAJES EMBOTELLADOS»
¿Qué es la cataterapia?
Solemos decir que ante las tormentas no se trata de salir corriendo en dirección opuesta. Quizás sea más sencillo aprender a bailar bajo la lluvia con una copa de vino en la mano y buenos amigos. La cataterapia es una llamada a hacer de lo cotidiano un momento especial con la compañía de un vino. ¡Paraguas de colores para días grises!
«LA CATATERAPIA ES UNA LLAMADA A HACER DE LO COTIDIANO UN MOMENTO ESPECIAL CON LA COMPAÑÍA DE UN VINO»
¿Recuerdas algún momento de tu vida en el que el vino jugara un papel muy importante?
Hace cerca de 15 años llegué a Barcelona por un trabajo que nada tenía que ver con el vino. No conocía a nadie. Me costó mucho comenzar a tener una vida social hasta que un día pensé en el vino. El vino es hablador, sociable, expansivo, ayuda enormemente en las relaciones, es divertido. Adentrarse en el mundo de las catas, las visitas a bodegas, las comunidades de amantes del vino… es una forma de socializar excelente.
¿Un vino que te ha dejado una huella imborrable?
Diría que hay muchos vinos que me han dejado huella, muchos. He bebido a veces grandes vinos y los he disfrutado pero que un vino de 100 euros te impresione, es lo esperado. Quizás por eso recuerdo más pequeños vinos que me sacudieron el alma. Me viene a la cabeza Roque Colás de Calatayud, un vino sencillo, natural, lleno de verdad o un rancio de Alta Alella que conocí hace poco, con más de 30 años de madera pero lleno de fuerza. Desde luego hay muchos vinos de menos de 10 euros que he conocido catando para escribir mis libros que me han dejado huella: Artuke de Rioja, Alvear PX de añada de Montilla, Ermita del Conde Albillo Centenario. Muchos.
¿Por qué elegiste la cifra de 10 euros para mostrar que hay buenos vinos por debajo de este precio?
Venimos de tiempos de crisis y 10 euros es un límite razonable para la compra de un buen vino. En mi libro se encuentran grandes hallazgos entre 5 y 10 euros. Muchas veces son vinos de pequeñas bodegas, de artesanos, a veces de territorios poco conocidos. Todo esto puede ayudar a encontrar vinos que ofrecen muy buena relación calidad/precio.
¿En qué viñedo se te ha parado el tiempo?
Dicen que quien tiene magia, no precisa trucos, y creo que eso pasa siempre que paseas por un viñedo. Hay algo telúrico en esos paisajes que te atan a la tierra y te dan ganas de decir: ‘Aquí me quedo’. Recuerdo muchos viñedos pero si tuviera que elegir un paisaje soñado quizás me quedaría con los amaneceres brumosos de Ribeiro, cuando la niebla del río envuelve la viña y tiñe con un tono de nostalgia el ambiente. Son paisajes que te hacen mirar hacia dentro.
«SI TUVIERA QUE ELEGIR UN PAISAJE SOÑADO, ME QUEDARÍA CON LOS AMANECERES BRUMOSOS DE RIBEIRO»
¿Un país en el que no esperabas tanto disfrutar con sus vinos?
Suiza. Descubrir los paisajes aterrazados del viñedo de Lavaux, declarados patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, fue una de esas emociones que te llevas en el alma. En la zona de Valais descubrí una variedad llamada petite arvine que me enamoró. También me sorprendió la calidad de algunos vinos de pinot noir suizos y por supuesto, sus vendimias tardías, vinos licorosos inolvidables. Y por cierto, los precios no eran tan caros.
¿Algún destino vinícola pendiente?
Muchos. Hay vinos que te hacen pensar en conocer una determinada región. Cuando conocí los vinos de Tokaji, enseguida pensé que Hungría merecía un viaje. Me han sorprendido los vinos de Ontario. Recuerdo un cumpleaños mágico con un vino de hielo canadiense, así que tengo el destino en mi libreta de pendientes. Si pienso en destinos más cercanos, me gustaría perderme en La Champagne o terminar de recorrer la ruta de los vinos del Loira que voy haciendo en pequeñas etapas.
¿Nos desvelas tu ruta de vinos favorita?
Intento ser viajera, que no turista, así que de todos los viajes vuelvo con la maleta llena de buenos recuerdos, esos que te acompañan toda la vida. Hay rutas que las conozco más y quizás por eso, las tengo más presentes. He trabajado mucho en Ribera del Duero, en La Rioja, en Rías Baixas, en Jerez de la Frontera… no me olvido de estas zonas. He pasado muchos buenos ratos en los territorios catalanes de vino, sobre todo en el Montsant, en la Conca de Barberá, en el Penedès…. imposible borrar tantos recuerdos. Y si miro fuera, me quedo con los viñedos de Francia.
¿Con quién disfrutas más charlando de vinos?
Disfruto mucho escuchando a la gente que elabora vinos y que tiene pasión por lo que hace. Mucha gente cuando te habla de sus vinos, te habla de sus sueños, de su familia, de su historia… de su verdad, y hablar así, siempre resulta emocional. Si rematas la charla, catando con el bodeguero ‘sus sueños’, diría que el disfrute es máximo.
Si quisiéramos tener nuestra propia bodega de vinos en casa, ¿qué consejos nos daría Alicia Estrada?
Creo que hay que tener siempre un vino de fondo de bodega, de esos que te sacan de cualquier apuro, vinos fáciles de beber, bien elaborados pero sin complicaciones, un buen vino de territorio por ejemplo. Para uno mismo hay que procurarse un set de mínimos. Al menos necesitamos un vino de apoyo moral al cocinero, si cocinamos, algún buen vino terapéutico para momentos de bajón, un vinito de autoayuda para celebrar el esfuerzo aunque no concluya en éxito. Como decía Óscar Wilde: «Mis deseos son órdenes para mí». Hay que cuidarse.
Una de mis frases favoritas sobre el vino es: ‘Me preguntaron sobre el amor, y les hablé de vino’. ¿Cuál es la tuya?
Los buenos vinos siempre nos inspiran poesía. «El instante más pequeño de amor es eternidad». Así se recuerdan los vinos que tomamos al lado de personas queridas. No se olvidan nunca. Muchas veces recuerdas un vino tomado al lado de alguien y recuerdas su sabor sin acordarte de su nombre, ni de su origen, ni etiqueta. El vino convierte en eternos pequeños momentos que te duran toda la vida.