Entre las cosas mágicas que tiene Buenos Aires, destacan los asados. En sus mesas se mezclan personajes de distinto calibre que a veces, incluso sorprenden compartiendo un vino de su mejor añada sin pretensiones de reconocimiento o aplausos.
El 2016 me encontró en una cena con Ricardo Santos, “El señor del Malbec”, el argentino responsable de la primera exportación de la reconocida cepa a Estados Unidos en 1972 y mente maestra de la Bodega Norton -propiedad de su familia hasta 1989. Tras la venta de la bodega, Santos compró un viñedo en Russell, Maipú, Mendoza, para continuar haciendo lo que hizo toda su vida: producir vinos de la más alta calidad comparables con los mejores del mundo.
Al día de hoy, conversar sobre los más variados tópicos con Ricardo Santos es garantía no solo de afirmaciones contundentes sino de una comprensión más amplia de la industria, el consumidor y las necesidades presentes y futuras del negocio del vino.
Mientras disfrutábamos de su reconocido Malbec cosecha 2000 -el mejor de su bodega según varios críticos- inicié la entrevista preguntándole sobre el dominio del Malbec a nivel local.
¿El Malbec continúa reinando o eso está cambiando?
Las importaciones de vino argentino representan entre un tres y un cinco por ciento en el mundo y de eso, solo un poco más de la mitad es de Malbec. Cuando alguien me dice que hay que buscar una solución para diversificar las exportaciones pienso ‘¡Si la gente ni sabe lo que es Malbec!, ¿cómo vamos a buscar otra cosa?’. Decir que el malbec cumplió ya una etapa es un disparate, no pueden pretender que de un día para el otro los Bonarda o Torrontés se posicionen, porque todavía estamos en un 2% de las importaciones mundiales con el Malbec, ¿se dan cuenta de todo lo que queda por hacer?
¿Hace cuántos años se empezó a trabajar sobre el Malbec?
Nosotros en bodega Norton hicimos la primera exportación como varietal a Estados Unidos, un malbec del año 71, por elección del importador que vino y dijo “quiero llevarme este vino”. Digamos que ahí empezamos -había un montón de gente haciendo lo mismo- pero en los 80 empezó a aparecer el Malbec en el mundo.
Y produce Semillón también, una cepa que no es tan frecuente en Argentina…
Hace 30 años atrás, el 80 o 90 por ciento de los vinos blancos que se hacían en la Argentina eran semillón. Después se pusieron de moda el Chardonnay y el Sauvignon Blanc y, esto es absolutamente personal, ambas cepas son excesivamente aromáticas, algo que yo disfruto un día de calor en el jardín, pero no acompañan ninguna comida.
Con mis hijos un día dijimos ‘Che, ¿y si volvemos al semillón?’ y Roberto Azaretto que figura en la etiqueta como dueño del viñedo, amigo al que le comprábamos la uva, fue quien empezó a ver una movilización hacia el semillón, hacia el chenin, vinos que son afrutados, de buen peso, que además produce muy buenos vinos dulces.
¿Sus hijos hacen otros vinos?
Ellos y otros socios, hacen la línea Tercos -Sangiovese, Malbec, Bonarda, Torrontés y Cabernet Sauvignon- y después hacen algunos vinos para terceros, pero se mantienen dentro del estilo de Ricardo Santos: mis vinos son productos que te hacen recordar más al viñedo que a la bodega, son vinos frutales, casi comestibles. En cuanto al roble, es una cosa espléndida, siempre y cuando no digas “esto tiene roble”, cuando llega a eso está saborizado, es el resultado de alguien que no sabe hacer vinos y necesita ponerle algo más para esconder sus defectos.
UNA VEZ JANCIS ROBINSON ME PREGUNTÓ: «RICARDO, CÓMO SE AÑEJA TU VINO?» Y YO LE CONTESTÉ «¿PARA QUÉ?», ELLA ME RESPONDIÓ «TOUCHÉ».
¿Cree en los críticos?
Sí, son necesarios. Una de las cosas más importantes que hace es introducir a aquellos que todavía no se sienten seguros en el vino. El tipo que ya eligió a lo mejor hasta se ríe de una crítica. Pero para otros, el crítico es como la frazada del bebé, los hace sentir seguros. Eso sí, toda crítica es subjetiva.
¿Y qué vino le gusta a Ricardo Santos?
Yo te voy a contar una anécdota: Jancis Robinson escribió en la revista Decanter una vez, hace muchos años, que la habían invitado a comer unos amigos y había acompañado esa comida con un vino blanco francés espectacular, lo mejor que pudo haber en esa copa, en ese momento. Un par de meses después recibe una carta del correo de lectores que decía que ella le hizo horribles críticas a ese vino y ella contestó que efectivamente era así, pero que una cosa es una crítica o una degustación de vinos y otra cosa es acompañar una excelente comida con grandes amigos y, en ese momento, no había mejor vino que ese que estaba tomando.
Qué es lo que a mí me gusta… Depende del momento, depende de la compañía. Yo no creo en maridajes, en que un tipo me diga qué es lo que yo tengo que comer o tomar. ¿Hasta dónde le importa eso al consumidor? Sí, lo escuchan o leen y se sorprenden, pero si no les gusta el vino…ahí se termina todo.
PHOTO CREDIT: @Pablo Zuazo